sábado, 5 de mayo de 2012

IRRESOLUBLEMENTE NADAISTA





Descanse la mirada en el montículo blanquecino más cómodo que atisbe en el lomo de la nube amorfa desde las 2 de la tarde.

Desde el norte, el corte de cabello de la hierba azulacea que los mastines espaciales hicieron en la matiné; por el sur, un baile de palmeras en éxtasis de amor; olor a mañana en los recién horneados amasijos  de maíz, por donde sale el sol; una niña, dos canarios, un gato, ahora solo la niña y el gato, por el occidente.

En el centro de la plaza del Delluxe, tiendas en jatas de colores palestinos, butacas rojas de 4 metros menos 1, sal en la mesa. Sentado en la cama que hay en la plaza, sentado en lluvia vegetal, avisté luz y primavera y el olor a gallinas cocidas en guisados de lunes, matambres y wasabi, en los túneles de un tabique roto.

Mojaron los oídos las lágrimas musicales de una guitarra violada en la tarima del bazar; en tanto en luz contemplé invierno, las pieles del león de nemea endurecieron el orgullo; barrotes de prisión como premio por la cabeza de la radio y de la voz, que robe junto con la canción 402.


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