Sentado en la gran montaña,
erradicando vista de soslayo, gloria de
ciudad contempló. De Dionisio reino, antro lascivo, edén del dado y del vicio. Y
atisbo la llanura del mundo, la meseta vaginal que en tectónicos orgasmos cercenó
la mano que por eones le hurgo.
Exhala Kant plegarias: Justo es,
en tanto poco exista el bien.
Forjado en dolores y horribles
quebrantos, de metálico manto hizo la piel; templado en contraviento, erguido
en cantos redondos de fricción cero en el lecho del rio estigia, cual de vivar,
libera recuerdos de 1925. No sucumbe a tales en el día de la venida del señor.
Hombre lastimero en divina supeditación,
de autonomías libre, arrastra anclas aligeradas en charcos de responsabilidad;
y en el deceso racionalista, el bufón de la escolástica tumbos en la plaza
roja, da.
De bruces sobre el Mediterráneo,
cae babilonia, auge y esplendor de joven hembra. Tumbos de prostíbulo advierte
la hecatombe, mujer mala baba huele a pederastia.
Dijiste querer que te empujase,
dijiste que yo no podía hacerlo.
Tanto te empujaron y caer te hicieron
Babilonia, Babilonia, de pechos
grandes y cabellos negros. Trastabilla falsa Madonna en piedras de ignorancia
propia.
Por tiniebla eterna, claridad
desprecia, más en bolsillo de memoria lleva luz. De Platón idea viene, a Platón
caverna va, blande Leónidas parca hoz, refulge guillotina; solloza titiritero
en la angustia de la venganza.
Sentado en el atrio principal,
descubriendo escorpiones y centauros estampados en rotos cielos, gotas inspiradas
de copas rebasadas, bebió. Como Kafka, Wilde y Quiroga, retraído y oscuro.
En ruidos callados, humores
corrosivos, humores astringentes, humores ásperos. Palmas de plátano agitan los
brazos y mueren olorosas esferas anaranjadas.
Y en la casa de los filósofos,
gestante nauseabunda parapeta la pústula de la corrupción. Insalubre fachada,
siempre lívida, inanimada resuena el injusto eco. Iza botalón festón de guerra.
En babilonia avenidas, desganado
flirteo.
Limosnero, vagabundo y prostituta
departen con El Montaraz. Acaudalados señores ponen la mesa. Expectante de
arenas y coliseos, se cierne en la plaza guerra entre dinero y hambre. Sonoras
batallas entre los que esperan a Quetzalcóatl y los que ateos ahora son. Centinela
perseverante vigilo, mercenario de la última vez, aun te espero Quetzalcóatl.
Pesaroso Cash de negro viste, dolorosa mi
prosa turbia, oscura se tiñe de noche por ellos. De días que lloran, agua hecha
polvo en ruedas del carruaje de Helios. Negruzcas flamas sucumben con faetón y
con sus corazones afligidos. Desertor de la aristocracia, genuflexiono por
ellos: bendíceles madre, bendíceles padre.
Descubriendo la negra franja del arcoíris,
sumisión ordenaron. Opción tal cosa no era. Fusil en mano, desapareció. Parafraseando
a Cohen jamás regreso.