Alzado crezco frente a El Lago.
Tan enseñoreado ahora, me pronuncio sobre él.
El golpe de pluma del ave que irrumpe,
En ondas mancilla el húmedo rostro.
Izado en el asta de las orillas, veo:
La sombra del filósofo ahogarse por mí.
Insurrección de piedras y pesados cuerpos
-abajo, allá en el fondo-
Contra la inercia y la gravedad.
Y nuestros huesos y retículas, y rodillas y carnes,
Atados al cuerpo del madero
En la bendición del falso compromiso.
Del fragante hedor enamorados, nosotros
¡Oh cedro del Líbano!
Somos ahora como un crucifijo de papel,
Soldado a la verja de fuego.
Pura y blanca virgen,
Ceñida de bruñidas florituras
Cual Penélope de Homero
Aguarda al de Tishbé
¡Oh desciende
del cielo, flama!
Ardan como
en hogueras nuestras cruces de estaño,
“… como
plata refinada en horno de tierra,
Purificada
siete veces…”
Ciérnete Elías
sobre nieblas y espumas.
Y capas
de agua y aire.
A cada
extremo se aviva su angustia:
¡Consume
su densa gracia en el Cison!
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