jueves, 24 de enero de 2013

DE MODO QUE ME HICE TEMPLO





Y dije:
- ¡Oh, mujer de blancas carnes!
Creo más fácil:
Enhebrar pesados mundos 
en lánguidos alfileres
que dibujar mullidas plumas.

De modo que me hice templo
y mis dedos, columnas.
Para tu diamante y caro bálsamo,
templo me hice y mis dedos, columnas.

Arquitecto de tus átomos.
Benefactor de tu causa hermosa.
De tu fiero enemigo, impasible chacal.

Mas a mi viene, ahora,
tu blanquecino precipicio
y tu belicoso atavío.
A mi vienen tus manos
empuñando, erguidas
el millar de agujas de oro.

Y corriendo a la gran ciudad
-que ahora es Jerusalén-
reclamé por herencia
el color de muertas flores.

Y dije:
- Mas a mi viene, ahora,
como una novia del joyero,
hincando su broche helado
en corazones de algodón.

De los hombres de parpados plateados
un retrato triste, te hice ya.
De los hombres de ojos sin pupila
un retrato triste, te hice ya.
Ya desnudamos tus lirios y azahares,
en amplios salones y estancias.

"...Sacrificios de paz había prometido,
hoy he pagado mis votos..."

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